Estoy acostumbrada a colaborar en revistas de psicología y salud ya que a través de estas publicaciones, igual que a través de esta web, intento proporcionar herramientas a las personas para que tengan más recursos con los que velar por su bienestar sin embargo, la crisis todavía está haciendo estragos a todos los niveles así que, lo que día a día me encuentro en la consulta me obliga a tomar partido y a procurar evitar que más y más personas caigan enfermas; dejar un poco de lado la vertiente terapéutica y hablar de otros ámbitos como el directamente laboral.
Empezaré por hablaros de los Pequeños Empresarios. Es escandaloso lo que algunos de ellos se ven obligados a hacer para no cerrar su negocio. Están arriesgando todo su patrimonio para no cerrar un negocio que tampoco tienen muy claro si en el futuro van a poder sacar adelante. La verdad es que muchos de ellos se ciegan con la visión romántica e idealista. Tienen un negocio que heredaron de sus padres y, claro, querrían poder dejarles lo mismo con sus hijos… No estoy diciendo, por supuesto, que deban (debamos) tirar la toalla cuando las cosas van mal, pero si que les aconsejaría encarecidamente que contratasen una auditoría externa (si todavía tienen dinero para encargarla) o, como mínimo, que pidiesen consejo a algún experto que no esté implicado emocionalmente con la empresa. Deben detenerse, quedarse quietos, recuperar su capacidad para observar y juzgar antes de que la bola de nieve no sea ya tan enorme que, en pos de ese sueño, pierdan todo el resto de su patrimonio.
La mayoría de pequeños empresarios, además, tienen miedo de dejar su trabajo (aquello que han hecho probablemente desde siempre) porque creen que no sabrán hacer nada más y esto es un factor de presión adicional que les dificulta todavía más este movimiento de observación al que antes me refería así que siguen y siguen, huyendo hacia delante y al final muy poco puede hacerse para salvar la situación. En cualquier caso –mejor antes que después, claro– si son (somos) capaces de detenerse y reencontrar su centro, sabrán reinventarse.
De la misma manera, también hay Trabajadores que día a día viven el mal ambiente que se respira en sus empresas, bien sea porque no les pagan a tiempo, porque están inmersos en un ERO, o simplemente, porque ya hace mucho tiempo que no llegan a final de mes… Hacen lo posible por aguantar, pero ese mala energía que se mueve en el ambiente, junto con sus debilitadas fuerzas, todavía influye más negativamente en ellos y en la empresa y así, vuelta a empezar. Es una situación de desgaste inmenso en la que el trabajador sólo alcanza a plantearse cómo aguantar un mes más y/o cómo asegurar una posición que le permita cobrar su finiquito. En cualquier caso (aquí, por supuesto nunca hay ni justos, ni tampoco pecadores), de manera paralela a lo que sucedía con el empresario, cuando el trabajador no cambia su perspectiva a tiempo, al final queda tan debilitado que no tendrá suficiente autoestima ni fuerza para iniciar cualesquiera nuevos proyectos o propuestas que le lleguen y no verá un camino hacia una solución le cuenten lo que le cuenten, o se le ocurra a el mismo lo que se le ocurra como posible alternativa… Nada le convencerá, ni propuestas, ni ideas innovadoras, ni asociarse con otros con capacidades afines y complementarias, ni cambiar de empresa. Todo será rechazado de plano, no será suficientemente bueno para él/ella… Así que a los trabajadores, personalmente, les sugeriría un movimiento muy similar al de los primeros -los empresarios-, es decir, mientras continúan manteniendo su puesto de trabajo, darse permiso para detenerse, observar y evaluar seriamente otras alternativas. Ni la implicación emocional con la empresa, ni por supuesto el miedo a perder el trabajo, van a servirle tampoco al trabajador de nada, sólo empeoraran todavia más la situación.
Un capítulo a parte merecen los Profesionales Liberales que en su momento se decidieron por una determinada profesión bien sea por tradición familiar, bien porque les gustaba o incluso porque creyeron que sería una magnífica manera de ganar dinero. Quizás ese trabajo no les apasionaba pero hasta hace poco tiempo ganaban mucho, mucho dinero y en cambio ahora, se dan cuenta de que, tal como está la cosa de la crisis, todo son problemas, dolores de cabeza y vacas flacas… con pulgas.
Por la época en que empezaron, se ven ahora entre los 45 y los 55 años, completamente quemados por el trabajo, padecen depresiones, deben resolver (ellos solos) un sinfín de problemas y además, soportar directamente con sus riñones (es un decir) los impagos, las broncas y a los bancos… Llegados a este punto, cuando llegan a la consulta les pregunto: si todavía te quedasen 50 años para jubilarte ¿qué harías? Y entonces se desmontan y se dan cuenta de hasta qué punto han estado resistiendo dentro de una vida que hace ya muchos años que les resulta insoportable… Y es que tanto sacrificio es como para ir muriendo cada día un poco. Es entonces cuando toman consciencia de que merece la pena detenerse y así poder empezar una nueva etapa.
En cualquier caso, ya veis que tanto empresarios, como trabajadores, o profesionales liberales, pueden encontrar un camino de salida empezando no por un movimiento sino más bien por un compás de espera.
Pintura: Sin Salida by Joan Miquel Viadé on Colección Particular under © 2015 Joan Miquel Viadé